Caminante del mayab
Cuentan por estas calurosas latitudes que detrás de los trascabos que abren los caminos hacia localidades inaccesibles, invariablemente van llegando los camiones de las sabritas y la coca-cola. Por eso decidí sumarme a esta caravana “civilizadora” de tierras mayas y aventurar mis pasos rumbo a la localidad de Kanachén, municipio de Mazcanú, en Yucatán.
fot. Antonio de Marín y Quintana. |
- Pues el único lugar que tenemos disponible -le dijo el señor autoridad- es la celda.
Llegando a Kanachén, me recibió Elí Lemuel Ku Eb, promotor educativo, quien me condujo amablemente hasta el domicilio de don Celso Cavichuc, asesor del único círculo de estudios de los alrededores. La choza con techo de palmillo seco y estructura de madera no conoce el sanitario con agua corriente y mucho menos la cocina integral con horno de microondas. La pequeña localidad no cuenta con servicio de luz eléctrica, teléfono, drenaje, ni transporte. Captan la señal de una radio comunitaria del INI, a donde acostumbran hacer llegar recados para familiares de localidades cercanas.
- Pase maestro, pase –me recibe doña Aurora Chi Cupul, usuaria de los servicios quien recién concluyó su ciclo de alfabetización-.
Mi encomienda laboral tiene que ver con registrar la aceptación de los nuevos libros con contenidos regionalizados de la primaria para adultos.
- Haber doña Aurora –le pido mientras ordeno mi material didáctico -, revise algunas páginas del libro “La palabra es nuestra”.
Como mesa, utilizamos el único mueble existente en su hogar: una enorme televisión sony (la energía la toman de un acumulador de camión).
Concluida mi misión, caminando ya de regreso hacia la cabecera municipal, me topo con dos rollizas doñas solicitando unas coca-colas en el único tendajón del lugar…
- ¿Cómo que no tiene coca-cola –afligida pregunta una de ellas al despachador- ¿cómo que no tiene coca-cola? ¿y no habrá en Kuchol? (localidad a tres kilómetros de distancia) para ir a traer aunque sea una caja pá que nos dure.
-No creo doña Felipa –responde el tendero- porque anda en huelga la distribuidora.
Una de las doñas, con aquella entonación tan característica de estas tierras mayas, triste y en un desamparado tono exclama:
- “¿Y ahora, qué vamos a hacer?”
Ya de regreso hacia Mérida, el analista de la delegación, quien me acompañó por este recorrido, me relata con vos compungida:
- Pues sí licenciado, y es que hacía un frío de respeto –refiriéndose al clima de la capital yucateca en el invierno inmediato anterior-. Tuvimos que tapar todas las ventanas con cartón y masking-tape… no se veía gente en las calles –agrega mi acompañante como quien recuerda el mayor desastre natural vivido- porque no se aguantaba el fresco.
- Y es que imagínese licenciado –agrega con los ojos bien abiertos mi interlocutor- estuvimos a 15 grados ¡a 15 grados!
Mi mente en realidad a esas alturas está ya puesta en otro interés: llegar a Mérida, tomar un buen baño y salir a buscar un comedero en donde atragantarme hasta hartarme con una deliciosa cochinita pibil, panuchos acompañados con salbutes, poc chuc, relleno negro, papadzules, sopa de lima; remojado todo con una buena dotación de la mejor cerveza que se puede beber en México.
Acá en la tierra del faisán y del venado, yo lo vi, nadie me lo contó. Sí pues.
amq
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