- “Y es que si tan sólo me hubiese volteado a ver”.
Por años, esta interrogante aparecía recurrente en mis sueños. Fue cuando leí la novela Con M de Marilyn de Rafael Ramírez Heredia, que esta obsesión tuvo respuesta. Y qué respuesta.
Pocos obras he disfrutado tanto como esta novela de ficción, documentada con algunos datos reales. Narra con una ágil y muy divertida prosa, un breve pasaje en la vida de Marilyn Monroe durante su brevísima estancia en México, en la década de los 60s.
Desde que leí el título del libro, me atrapó. La citada novela combina dos de mis mayores pasiones: el cine y la Monroe. De hecho, el título hace referencia a una película clásica del llamado cine negro.
Ahí estaba, de puño y letra del autor originario de la petrolera ciudad de Tampico, Tamaulipas, ni más ni menos que el sueño - mi sueño- originado en mi adolescencia y que habría de acompañarme durante los turbulentos años de mi juventud (bueno, confieso que aún en mi edad adulta): una hipotética relación amorosa-platónica con el objeto de culto de mi libido desbordado.
En aquel viaje onírico, a mis 14 años, recuerdo que yo conocía a Marilyn Monroe durante una eventual visita que de incógnita hacía ella a nuestro México lindo. Asombrado -continuo en mi sueño- yo la reconocía caminando a lo largo de un ancho pasillo profusamente iluminado, con piso de mármol blanco. Ahí, a no más de 50 cm. pasaba ella y su apabullante belleza rubia (ahora sé que en realidad ella era pelirroja). No abrí la boca, no dije nada, no supe qué decirle.
- “Y es que si tan sólo me hubiese volteado a ver -me repetí durante años- si sólo hubiera observado mi rostro, habría descubierto en él la mirada de la ilimitada admiración y la veneración sincera; hubiera reconocido en mis ojos todo el amor del que yo podía ser capaz de entregarle, incondicional y sin pedir nada a cambio”.
Sí, de acuerdo, ya lo sé. Tan sólo fue un sueño. Pero aún así siempre lamenté que no se hubiesen cruzado nuestras miradas. Y entonces leí Con M de Marilyn y supe el por qué.
La novela narra una fugaz y clandestina relación sentimental que Norma Jean Baker (que era el nombre real de la inolvidable intérprete de La comezón del Séptimo Año) sostuvo con José Baños, cineasta mexicano perfectamente olvidable, durante su estancia real en México. Bueno, eso sostiene él, José Baños. Por supuesto que nadie le creyó entonces y aún hoy es una leyenda poco creíble; aunque como todo mito, se originó con un sustento verídico de hechos comprobables y documentados.
Por eso Marilyn, la diva de sonrisa tan ingenua como sensual, nunca volteó a verme -en el sueño pues- porque el desgraciado de José Baños la acaparó para sí, no la dejó ni a sol ni sombra y le impidió que ella conociera al único hombre quien la hubiese amado en forma desinteresada y con infinita admiración: yo.
Porque sólo en la literatura nuestros sueños, aún los inverosímiles y los más audaces, se cumplen y tienen vida propia. Aunque no siempre tienen un final feliz.
amq
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