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jueves, 4 de noviembre de 2010

CADA QUIEN A LO SUYO

Chamula, San Cristobal, Chiapas. 
fot. Antonio de Marín y Quintana.
Dios bajó del reino de los cielos y al arribar  a la Tierra lo primero que se encontró fue con Gumecindo Aquino, indígena tlahuica oriundo de la localidad de Yautepec y leñador, quien se dirige hacia la ranchería de Tlaltizapán, en el municipio de Tlayacapan.

- Hijo mío soy Dios -le dice el Señor a Gumecindo Aquino- apoyando cálidamente una mano sobre su hombro izquierdo. He vuelto a la tierra para poner paz y otorgar la vida eterna a los hombres de buena voluntad.

- ¿En verdá eres Dios? –sorprendido pregunta el gabarrero Gumecindo Aquino, un poco sofocado por los ya varios kilómetros que lleva andandando- ¿Es cierto entonces que vos sos todopoderoso, bien galán y todo lo puedes? O sea que ¿no hay imposibles para ti?

- Así es hijo mío – le responde en tono solemne el Salvador- ¡Pídeme algo, lo que quieras y más anheles buen hombre, que yo te lo concederé!

- Tá bueno patrón -responde Gumecindo Aquino, mesándose el cabello entrecano-, quero que lo aparezcas una roca tan grande, tan grande, que vos mismo mover no puedas…

Dios retornó al reino de los cielos. Gumecindo Aquino, gabarrero y campesino temporalero, acomoda su hueto de leña en los hombros, toma camino hacia Tlayacapan y así nomás en silencio, continua laborando, como todos los días.
 amq

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