Chamula, San Cristobal, Chiapas. fot. Antonio de Marín y Quintana. |
- Hijo mío soy Dios -le dice el Señor a Gumecindo Aquino- apoyando cálidamente una mano sobre su hombro izquierdo. He vuelto a la tierra para poner paz y otorgar la vida eterna a los hombres de buena voluntad.
- ¿En verdá eres Dios? –sorprendido pregunta el gabarrero Gumecindo Aquino, un poco sofocado por los ya varios kilómetros que lleva andandando- ¿Es cierto entonces que vos sos todopoderoso, bien galán y todo lo puedes? O sea que ¿no hay imposibles para ti?
- Así es hijo mío – le responde en tono solemne el Salvador- ¡Pídeme algo, lo que quieras y más anheles buen hombre, que yo te lo concederé!
- Tá bueno patrón -responde Gumecindo Aquino, mesándose el cabello entrecano-, quero que lo aparezcas una roca tan grande, tan grande, que vos mismo mover no puedas…
Dios retornó al reino de los cielos. Gumecindo Aquino, gabarrero y campesino temporalero, acomoda su hueto de leña en los hombros, toma camino hacia Tlayacapan y así nomás en silencio, continua laborando, como todos los días.
amq
No hay comentarios:
Publicar un comentario