Casa Parker, Angangueo, Michoacán. |
- Las risas, las horribles risas infantiles me despiertan de súbito ¿qué hacen niños jugando en la madrugada? –me digo- ¿es que acaso los infantes no se conforman con importunarnos por las mañanas?
Pasan los minutos, la alarmante sirena de una ambulancia atrae mi atención. Por mi mente cruzan variadas y dantescas escenas. En seguida, una avalancha de automóviles, camiones, antiquísimos y descuidados microbuses, motocicletas en tropel, todos juntos como en formación militar ganan las calles, sin clemencia.
Esto último me produce tal espanto, que un resorte movimiento me coloca sentado, a la orilla de la cama. Un batallón de vehículos circulando por la madrugada sólo puede ser producto de alguna tragedia mayúscula. Quizá una catástrofe padece el barrio y yo ahí sentado, indiferente.
- Una cívica y alarmante voluntad abofetea el rostro y me grita: ¡párate y entérate de lo que sucede!
Sólo entonces reparo en que me he ido a costar a medio día.
amq
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